1. LA EXPLOSIÓN DE LAS ESPECIES
Las células, demasiado tiempo solitarias, se tornan
solidarias. Se despliega un mundo lleno de colores: nacen las especies, mueren,
se diversifican. La vida crece y se multiplica. 26 LA SOLIDARIDAD DE LAS
CÉLULAS En esta etapa de nuestra historia, la tierra está poblada de células
que viven apaciblemente en los océanos y que muy bien pudieron continuar
así...Pero llega un momento en que se ven obligadas a evolucionar. Las primeras
células, que proliferan, se envenenan con los desechos que ellas mismas arrojan
al entorno. Desde un comienzo la vida muestra una tendencia natural a agrupar a
los individuos. Las sociedades “celulares” poseen ventajas evolutivas
evidentes. Están mejor protegidas, sobreviven mejor que las células aisladas.
¿Cómo se van a constituir? El comportamiento de una ameba, el dycostelium, que
hoy vive todavía, nos puede ayudar a saberlo. Se alimenta de bacterias. Si se
la priva de alimento y de agua, emite una hormona de ansiedad. Se le unen otras
amebas y se aglomeran en una colonia de cerca de un millar de individuos que se
desplazan en busca de alimento. Si no lo encuentran, de fijan, desarrollan un
tallo con espora y así se quedan indefinidamente, en plena sequía. Si aparece
agua, las esporas germinan y producen amebas independientes que se marchan cada
una por su lado...Los vólvox, pequeñas células provistas de flagelos, se
comportan del mismo modo: en un mismo medio pobre en sustancias nutritivas,
secretan una especie de gelatina, se pegan unas con otras y se desplazan en la
misma dirección, con los flagelos en la parte exterior, de un modo coordinado,
como formando una sola y la misma entidad. ¿Así se constituyeron los primeros
organismos multicelulares? Es probable que una lógica semejante de
socialización haya actuado en los comienzos de la vida. Las primeras
asociaciones de células utilizan una especie de cañería central, una suerte de
cloaca general para evacuar desechos. Otras tienen forma ahusada, adelante
poseen un sistema de coordinación y atrás o a los costados un sistema de
propulsión. De este modo se mantienen juntas. ¿A qué se parecen estos primeros
conjuntos de células? Están compuestos por varios miles de individuos y forman
pequeñas jaleas transparentes; son los primeros organismos marinos, gusanos,
esponjas, medusas primitivas. Esta transformación ocurre en un lapso de sólo
algunos cientos de miles de años. La evolución se acelera.
2. LA DIVISIÓN DEL
TRABAJO
Estos nuevos
ensamblajes son muy distintos de los anteriores. Sí, la materia suele estar
hecha de apilamientos de átomos idénticos unos a otros. En el mundo viviente,
las células se diferencian según el lugar que ocupan en la estructura. Algunas
se van a especializar en la locomoción, otras en la digestión y otras en la
acumulación de energía. Poco a poco, reproduciéndose en el curso de las
generaciones, estos organismos transmiten sus propiedades a su descendencia. ¿Y
se puede seguir explicando este fenómeno por la mera urgencia de sobrevivir?
Sí, el organismo compuesto por células especializadas resiste mejor que un
conjunto de células idénticas, pues puede responder de distintos modos a
agresiones del entorno, lo que le concede mejores posibilidades de
supervivencia. Los sistemas monolíticos siempre han terminado por desaparecer.
¿Pero qué empuja a estas células a asociarse? Desde luego, no se dicen “esto
nos conviene para sobrevivir”... ¡Por supuesto que no! Las células no saben, es
obvio, que les interesa sobrevivir. Pero poseen mecanismos de aproximación que
las invita a ligarse a sus semejantes, e intercambian sustancias unas con
otras. El juego de esta comunicación química y de los pequeños cambios que
efectúan sus genes termina por especializarlas. Se establece entonces una
topografía en el grupo de células. Una medusa, por ejemplo, posee un sistema de
contracción para desplazarse y un sistema sensorial que le permite dirigirse
hacia el alimento. El plan del conjunto esta contenido en cada una de las
células. Basta con una para que vuelva a empezar la organización. A pesar de
todo, las células que permanecieron solitarias consiguieron sobrevivir y
algunas lo han hecho hasta hoy. ¿Por qué no se reagrupan éstas? Porque estaban
bien adaptadas a su entorno. Es el caso de los paramecios y las amebas: una
sólida membrana las protege y están equipadas con cilios vibrátiles que les
permiten desplazarse con facilidad; disponen de manchas fotosensibles que les
señalan la luz y de enzimas eficaces que dirigen toda suerte de presas. Una
bacteria posee hasta una especie de olfato: receptores químicos que comunican
con su flagelo y la guían hacia los medios con mayor abundancia de alimento,
como si sintieran el olor de la comida.
3. ¡VIVA EL SEXO!
¿Y cómo van a
continuar su evolución los organismos de varias células? El árbol de la vida se
desarrolla en tres grandes ramas a partir de los seres pluricelulares más
simples, como las algas, las medusas y las esponjas: la de los champiñones, los
helechos los musgos, las plantas de flor; la de gusanos, los moluscos, los
crustáceos, los arácnidos, los insectos, y la de los peces, los reptiles, los
procordados, luego las aves, los anfibios, los mamíferos...Y después viene una
invención mayor: el sexo. Hasta entonces las células se reproducían, en el
sentido propio del termino: de manera idéntica. Con el sexo, dos seres vivos
procrean un tercero que es distinto de ellos dos. ¿Quién fue el astuto que lo
invento? Según algunas hipótesis, el sexo habría nacido del... canibalismo: al
comerse unas a otras, las células habrían integrado los genes de otras
especies, que luego se habrían mezclado. Este fenómeno existe en las bacterias:
algunas, bautizadas más y menos, se aparean e intercambian su material
genético. Enseguida, a medida que los organismos se tornan más complejos, se
van a dotar de células especializadas en la reproducción, las células
germinales, que incluyen, cada una, la mitad de los genes de su organismo. La
sexualidad se generaliza. Y desde ese momento el mundo viviente se hace más y
más variado. Es una revolución. La naturaleza puede combinar genes gracias a la
sexualidad. Estalla la diversidad. Comienza la gran aventura de la evolución
biológica; va ha experimentar innumerables ensayos fracasados, pistas que no
llevan a ninguna parte, especies que no sobreviven... la naturaleza pone a
prueba en gran escala: si la especie inventada no se adapta, desaparece. ¿Por
qué la sexualidad se estabilizo entre dos?¿Por qué no entre tres? La mezcla de
genes pone en juego, con los dos filamentos del ADN, un proceso de duplicación.
Para combinar dos pares de cromosomas en un huevo fecundado, se necesita una
maquinaria biológica extremadamente compleja. Y lo seria aun más si tuviera que
mezclar tres patrimonios genéticos. Si hubo especies que inventaron una
sexualidad de este tipo, no han sobrevivido.
4. LA MUERTE NECESARIA
Y se produce otro fenómeno decisivo: la introducción del
tiempo en el organismo, es decir el envejecimiento y, en última instancia, la
29 desaparición del individuo, la muerte. ¿No se pudo prescindir de esto? La
muerte es tan importante como la sexualidad: vuelve a poner en circulación los
átomos, las moléculas, las sales minerales que necesita la naturaleza para
continuar desarrollándose. La muerte realiza un gigantesco reciclaje de unos
átomos cuyo número es constante desde el Big Bang. Gracias a ella, la vida
animal se puede regenerar. ¿Estaba presente desde los primeros organismos? Sí,
también envejecen las medusa. Las células no dejan de reproducirse en todos los
seres vivientes, pero poseen un oscilador químico, una especie de reloj
biológico interno que limita a la cantidad de sus reproducciones: entre
cuarenta y cincuenta. Cuando llegan a esta fase, un mecanismo programado en sus
genes las conduce a una especie de suicidio. Mueren. Sólo las células
cancerosas eluden esta fatalidad: se reproducen indefinidamente, sin
especializarse ni diferenciarse como lo hacen las células embrionarias. Pero su
inmortalidad provoca la muerte del organismo a que pertenecen... ¿Se puede
decir que la muerte es una necesidad de la vida? Totalmente. Pertenece a la
lógica de lo viviente. A medida que las células se dividen, multiplican los
errores de sus mensajes genéticos y estos se acumulan en el curso del tiempo. Finalmente
hay tantos errores que el organismo se degrada y muere. Es un fenómeno
ineluctable. La muerte no es, por cierto, un regalo para el individuo, pero sí
lo es para la especie: le permite conservar su nivel óptimo de desempeño. ¿Qué
más puede hacer la evolución una vez que conoce el sexo y la muerte?
Perfeccionarse. El mundo viviente va a seleccionar un modo de fabricar energía;
utilizando los azucares como alimento, va a enriquecer su metabolismo y
desarrollar músculos, lo que le permitirá actuar, nadar, volar, correr,
conquistar el mundo. Simultáneamente, los captores, que son los sentidos,
coordinan las actividades del organismo. Aparecen tres grandes novedades: el
sistema inmunitario, que asegura protección contra parásitos o virus; el
sistema hormonal que permite el control de los ritmos biológicos y de la
reproducción sexuada, y el sistema nervioso, que rige la comunicación interna.
¿Cuándo aparece este último? Los primeros organismos, medusas, peces
primitivos, necesitan coordinar sus células para reproducirse. Cuentan por lo
tanto con canales especializados por donde circula la información. Un gusano,
que apenas esta compuesto por algunos miles de células, 30 posee fibras
nerviosas que convergen en su cabeza, ganglios. En el curso de la evolución,
este dispositivo se va a ramificar para formar una red de neuronas
interconectadas que se reunirán en un cerebro. De hecho, los tres sistemas,
nervioso, hormonal e inmunitario, aparecen apenas los animales salen del agua.
5. EL REGALO DE LAS LÁGRIMAS
¿Qué los impulsa a
salir del agua? Las especies pululan en los océanos. Reina la competencia.
Aventurarse a tierra firme parece ventajoso para conseguir alimento, pero
volviendo al océano para poner los huevos. El primero que experimento esta
fórmula fue sin duda un pez extraño, el ictiostega. Posee grandes aletas, vive
en pequeñas lagunas y saca del agua de vez en cuando sus ojos globulosos para
buscar pequeños insectos. En el curso de las generaciones, los descendientes de
esta especie se arriesgan más tiempo en tierra firme gracias a unas branquias
que les permiten capturar oxigeno del aire, pero también gracias a las
lágrimas: tienen que conservar húmedos los ojos para poder ver tan bien en
tierra como en el agua. La especie mejora por sucesivas selecciones: las aletas
se tornan más sólidas, aparece una cola. Sus descendientes serán los batracios
y los anfibios. ¿No estaríamos aquí si este pez no hubiera tenido lagrimas! ¿La
vida al aire libre favorece la evolución? Sí, la comunicación es más inmediata
en el aire, más rápida, más sencilla. Y mayor la accesibilidad del alimento.
Sin embargo, el oxígeno es un veneno para la vida: Contribuye al nacimiento de
radicales libres, moléculas desequilibradas, que inducen la destrucción celular
y por lo tanto el envejecimiento precoz; pero es esencial para dotar de energía
a los organismos y hacer avanzar la evolución. ¿Y cómo van a acelerar el
perfeccionamiento de los organismos estas restricciones del medio? Con la
aparición del esqueleto, los animales se tornan más sólidos y se liberan del
peso. La invención de los músculos les permite dejar de ser bolas de gelatina
muelle como los gusanos de tierra o las medusas; ahora pueden ejercer presión
mecánica sobre el entorno, soportar el peso de la grasa protectora y del cerebro.
Todo se diversifica: el metabolismo, los sistemas de locomoción...durante este
tiempo se seleccionan en las plantas los sistemas para captar la energía solar
con las hojas y para transportar energía con la savia.
6. EL OLFATO DE LOS VEGETALES. ¿Y por qué los vegetales no desarrollaron
todas estas maravillas que aportaron los animales? Con la excepción de las
algas, que evolucionaron en la superficie de los océanos, los vegetales se
ingeniaron un camino más económico gracias a su inmovilidad, que les permite
gastar menos energía. Su modo de vida es sencillo: fotopilas para transformar
directamente la energía solar en energía química, raíces para extraer sales
minerales y agua... lo astuto es su sistema reproductor, que es móvil y utiliza
variados medios. También los vegetales han heredado una sexualidad muy rica y
están adaptados maravillosamente bien. Basta, para comprobarlo, observar un
champiñón al pie de una secoya gigante de varios miles de años de edad. O,
sencillamente, basta mirar los triviales pinos de montaña. ¿Y en que se
advierte que resultan de una buena adaptación? Necesitan de una determinada
temperatura para desarrollarse en el bosque. Tal como las margaritas de nuestro
planeta imaginario, los árboles sombríos y negros capturan mejor el débil
resplandor solar, calientan el entorno inmediato y crean un microclima
favorable para su crecimiento. Pero en el invierno se cubren de nieve y quedan
blancos. Si se mantuvieran así demasiado tiempo, ya no podrían asegurar las
condiciones propicias. Ahora bien, como tienen las ramas inclinadas hacia abajo
y en punta, la nieve se sostiene menos tiempo; recuperan su color y se
calientan rápidamente. La evolución ha mantenido el tipo de árbol que mejor
resiste la intemperie. Por eso hay pinos en las montañas...Y uno se maravilla
por esa fantástica adaptación. Una pregunta ingenua: ¿Por qué los vegetales no
desarrollaron un cerebro? Seres inmóviles no necesitan funciones complejas de
coordinación. No les impulsa la necesidad de huir o de luchar como los animales.
Comenzamos, no obstante, a descubrir, en las plantas, una forma de sistema
inmunitario, un sistema de comunicación e incluso un homólogo de un sistema
nervioso. Los vegetales poseen sofisticados mecanismos que los protegen contra
invasores: una suerte de “hormona” vegetal les permite, por ejemplo movilizar
sus defensas. Se sabe, también, que los árboles se “avisan”, a distancia, la
presencia de un agresor. ¿Avisan? Sí, cuando están en presencia de animales
predadores que les quieren comer las 32 ramas bajas, algunos árboles emiten
productos volátiles que transportados de árbol en árbol modifican la producción
de proteínas y dan a las hojas un gusto desagradable. ¡Yo no iría tan lejos,
sin embargo, como para decir que hay que hablar con las plantas de interior!¿En
todo caso se puede afirmar que los animales son los que han llegado más lejos
en cuanto a complejidad? Es verdad que el mundo animal, en efecto, demuestra
mayor exuberancia que el mundo vegetal en su adaptación al medio: hay especies
que corren, que excavan, que nadan, que vuelan, que se arrastran... los
animales desarrollan innumerables trucos, desde las presiones del abejorro
hasta los tentáculos del pulpo, inventan trampas, cebos, armas, garras, alas,
picos, aletas, caparazones, tentáculos, veneno...
7. LA EXCLUSIÓN NATURAL
Cuando se dice
“inventan”... No inventan. El fenómeno de la “selección” elimina a los menos
aptos. Consideremos por ejemplo los gorriones de gran pico que se alimentan
exclusivamente de pequeños gusanos ocultos en agujeros de los árboles. Son tan
numerosos y activos que terminan por eliminar a todos los gusanos que hay en la
superficie de las cortezas. Sin alimento, la mayor parte muere. Pero unos pocos
poseen, por una mutación ocurrida al azar, un pico en punta más largo que el de
los otros. Sus descendientes pueden ir a buscar gusanos en agujeros más
profundos y resisten mejor la escasez. Resultado: este linaje se impone. Con el
curso de las generaciones, la mayoría de la especie va a poseer un pico más
largo. No se puede decir, sin embargo, que los gorriones “inventaron” este
recurso. En realidad es al revés: murieron los que no tuvieron la fortuna de
una mutación que les dio un pico más largo. En el proceso de evolución no hay,
entonces, intencionalidad. No. La evolución intenta miles de soluciones al
mismo tiempo; unas tienen éxito y otras no. Se conservan, por definición, las
que permiten sobrevivir. ¿Y el medio no actúa directamente sobre la evolución?
Hoy se considera que quizás tiene alguna influencia en el comportamiento de las
células, por intermedio de las mitocondrias, esas fábricas que en el interior
de las células poseen planes genéticos independientes y son muy sensibles a los
cambios. Pero esto no se transmite a la descendencia. ¿Entonces el principio de
la selección natural sigue siendo pertinente hoy? Sí, pero a condición de que
no se 33 vea en ello la noción de un entorno demiurgo que decidiría lo que está
bien y lo que no. Esto se mantiene y esto se desecha. No. Hablemos, mejor de
exclusión competitiva: en el curso de las generaciones, se excluye a las
especies menos adaptadas. Para comprender mejor este fenómeno hay que contar
con el curso del tiempo y pensar en una larga cadena degeneraciones sucesivas
que se modifican muy lentamente. Una mayoría aplastante de soluciones, de
especies inventadas por la naturaleza, desaparece. ¿No hay momentos en que la
evolución haya intentado detenerse, en que el mundo viviente puede hallar
estabilidad, como las margaritas de nuestro planeta? No. La diversidad es enorme
desde el comienzo de la vida. Retomando la metáfora de Hubert Reeves, hay
demasiadas letras como para que solo formen una palabra única. ¿La estabilidad
de alguna especie gastada ha podido establecerse en algunos pequeños asteroide,
constituyendo una suerte de compromiso o armisticio de la evolución? Pero no en
toda la Tierra, que tiene unas dimensiones, una geología, una biosfera, una
relación entre lo mineral y lo orgánico y un entorno en cambio constante que
obliga a las especies a modificar su adaptación y evolucionar. Y eso ocupa
algunos cientos de millones de años. Sí. Esta selección actúa sobre millones
degeneraciones sucesivas. Los mecanismos sensoriales se afinan. Los
comportamientos se diversifican. Algunas especies se asocian y forman un verdadero
organismo colectivo. Un panal de abejas, por ejemplo, mantiene la temperatura
gracias al movimiento de las alas de los insectos; está irrigado por las
hormonas que resultan del frotamiento de los insectos. Cuando las abejas dejan
el panal para buscar alimento, indican con una danza las fuentes más cercanas.
Así el panal economiza energía; optimiza sus posibilidades de sobrevivencia. Lo
mismo ocurre con las hormigas: mantienen a las larvas, ayudan a la reina, se
reparten las tareas, un poco como las células del vólvox, y aseguran el
equilibrio del organismo hormiguero. Si se quita el treinta por ciento de las
obreras, el conjunto se va adaptar y restablecerá la proporción. Pero las
hormigas no son capaces de comportamientos autónomos. E incapaces de planificar.
Se comunican individualmente por las feromonas, pero también colectivamente por
el entorno: una hormiga joven va a aprender las redes, los caminos que han
trazado sus congéneres. El comportamiento simultáneo de miles de individuos
conduce a una forma de inteligencia colectiva. La hormiga, por ejemplo, sabe
escoger el camino más corto para traer alimento. Este 34 modo de asociación ha
tenido bastante éxito, porque las hormigas existen hace millones de años. Si el
planeta experimentara una guerra nuclear, es probable que sobrevivan gracias al
caparazón que les permite resistir las radiaciones y gracias a su modo de
organización.
8. EL INFORTUNIO DE LOS DINOSAURIOS.
Un mundo de hormigas y bacterias... hermosa perspectiva. En
el curso de este relato se puede apreciar que, como la del universo, la
evolución de la vida ha sido, por lo menos, caótica. Sí. Ha experimentado una
aceleración constante, pero también crisis, caminos sin salida y periodos de
grandes extinciones. Los dinosaurios reinaban en el planeta hace doscientos
millones de años. Las especies jamás habían logrado conquistar, como ellos,
todos los ambientes. Había pequeños, enormes, vegetarianos, carnívoros,
corredores, voladores, anfibios... una diversidad formidable, que les permitió
adaptarse a sus entornos. Y sin embargo desaparecieron... ¿Entonces es estúpida
la hipótesis de que eso se debió a su mala adaptación? Totalmente. A finales
del jurásico, hace sesenta y cinco millones de años, cayó en el Golfo de
México, cerca de Yucatán, un enorme meteorito de cinco kilómetros de diámetro.
El choque fue tal que repercutió al otro costado del planeta y provoco un
resurgir de magma. Este golpe doble creó un incendio mundial, se abrasaron los
bosques, se liberó gas carbónico y polvaredas cubrieron la Tierra con un velo
intenso. El planeta se oscureció, se produjo un frío terrible y, probablemente,
un posterior efecto invernadero que condujo a un recalentamiento. ¿Solo
sobrevivieron algunas especies? Sí. Es el caso de los lémures, que son muy móviles,
adaptables y están provistos de manos prensiles. Se refugiaron en las grietas
de las rocas y originaron los linajes que condujeron a los mamíferos. Estos
adquirieron una nueva ventaja para asegurar la supervivencia de su
descendencia; llevar el huevo internamente lo protege mucho más que si queda en
el exterior. Pensemos en los batracios, que ponen miles de huevos que se
dispersan, son comidos, se pierden...
9. LA SELECCIÓN EN LA CABEZA
¿En qué momento aparece verdaderamente el verdadero cerebro? Desde los
peces, y después con los vertebrados, los pájaros, los reptiles, los 35
anfibios y el hombre, el cerebro no ha cesado de perfeccionarse por estratos
sucesivos. Primero, el más primitivo: el de los reptiles, que coordina los
instintos primarios de supervivencia, hambre, sed, el instinto sexual, el
miedo, el placer que impulsa a la unión y el dolor que no se le puede disociar.
Ante un intruso, el cerebro primitivo reacciona y conduce al organismo a
producir un veneno o a saltar sobre el agresor... segundo estrato, en los
pájaros: el mesoencéfalo, que conduce a mecanismos colectivos como el cuidado
de los pequeños, la construcción del nido, la búsqueda de alimento, el reparto,
el canto, las exhibiciones amorosas... el tercer estrato aparece enseguida en los
primates y sobretodo en el hombre; la corteza cerebral que proporciona datos
abstractos, la conciencia, la inteligencia. Lo más asombroso es este principio
de selección, que se encuentra por todas partes, en el universo, en la primera
química de las moléculas, en los seres vivos y, si debemos creer al
neurobiólogo Jean Pierce Changeux, en el interior mismo del cerebro cuando se
desarrolla en un recién nacido. El desarrollo del sistema nervioso también
obedece, en efecto, al principio darwiniano de la selección. Cuando crece un
pequeño animal, sus neuronas se relacionan mediante un sistema que obedece a un
plan de orden genético. Pero el empalme entre neuronas solo subsiste si estas
funcionan en un circuito, si el entorno las solicita. Las neuronas visuales de
un recién nacido no se conectan si a éste se le mantiene continuamente en la
oscuridad. Hay, pues, de algún modo, una selección que solo mantiene los
circuitos pertinentes. Aprender es eliminar. Según el antropólogo Stephen J.
Gould, cada suceso, por insignificante que sea, influye el curso de la
historia. Como en La vie est belle, la película de Frank Capra, basta modificar
una nadería para que todo cambie con toda una catarata de consecuencias. Si no
hubiera aparecido el pikaka, un gusano que está en el origen mismo de nuestro
linaje, o si hubieran sobrevivido los dinosaurios, no estaríamos aquí. No
habría ningún sentido, según él, en la evolución. Esta no retendría a los mejor
adaptados, sino a los más afortunados. La vida quizás fuera aconteciendo probable,
pero el hombre un verdadero afortunado. Si los lémures no hubieran sobrevivido
ni podido alimentarse de bayas en sus agujeros mientras desaparecían los
dinosaurios, no estarían aquí. No hay una intención oculta en esta historia.
Pero el resultado es que aumentara la complejidad. Si existen planetas que
hayan desarrollado en las mismas 36 condiciones que la Tierra, no es improbable
que esos seres existan y que no se diferencien de nosotros más que un avestruz
de un cocodrilo: cuatro miembros, dos ojos, un cerebro, sistemas locomotrices.
Y hay una fuerte posibilidad de que estén en el mismo punto evolutivo que
nosotros... no se puede afirmar que exista una ley que impulse a la
complejidad. Pero comprobamos que alguna cosa se organiza y conduce a una inteligencia
cada vez mayor y más desmaterializada. Quizás la historia de la evolución es el
artefacto de una conciencia que adquiere conciencia de sí misma.
10. LA MEMORIA DE LOS ORÍGENES
Solo el cerebro humano se interroga sobre sí mismo... ¿Esto
le distingue de los demás? No sólo eso. Es capaz de exteriorizar funciones en
el medio. La herramienta prolonga la mano. El hombre puede hacer hoy todo lo
que hacen los demás animales: correr como una gacela con un automóvil, volar
como un águila con un ala delta, evolucionar bajo el agua como un delfín,
avanzar bajo tierra como un topo... una máscara, anteojos, un paracaídas, a las
ruedas... ha ampliado también sus funciones sensoriales mediante la escritura,
que permite conservar la palabra y transmitir el pensamiento en el espacio y en
el tiempo. Esto caracteriza al cerebro humano. No es sólo una masa muelle de
neurona, ni una estación telefónica que agrupa los circuitos del cuerpo, ni
siquiera un ordenador. Se extiende también al exterior, acoplado a otros cerebros
humanos en el conjunto del planeta. Es una red fluida, en continua
reorganización, que reconfigura sus neuronas en la acción y la reflexión. En
toda esta historia, se comprueba que la complejidad se desarrolla con la
disposición de cosas simples: dos cuarks en el comienzo del universo, cuatro
átomos simétricos para el carbono, solo cuatro bases para los genes, dos
moléculas semejantes para fundar los mundos animal y vegetal, dos individuos
para el sexo... como si en cada etapa la naturaleza encontrara el camino más
sencillo para progresar. De algún modo... complejidad no es complicación. Es
una repetición de elementos simples que se reproducen y proliferan. Hoy sabemos
simular este fenómeno en una pantalla de ordenador: partiendo de una forma
elemental vemos que se constituyen dibujos elaborados a los que llamamos con el
hermoso nombre de “formas fractales”; parecen alas de 37 mariposa, colas de
hipocampos, montañas, nubes. La vida es así, repetitiva. El átomo está en la
molécula que está en la célula que está en el organismo que está en la
sociedad...llevamos en nosotros entonces, las huellas de estos
ajustes...Exacto. Nuestro cerebro, con sus tres estratos, conserva la memoria
de la evolución. También nuestros genes. Y la composición química de nuestras células
es un fragmento pequeño del océano primitivo. Hemos guardado en nosotros el
medio del que salimos. Nuestro cuerpo relata la historia de nuestros orígenes.